Como si fueran rasgos de una misma cara,
la vida y la muerte se nos aproximan a cada instante.
Una llena el aire de alegrías, la otra nos somete a un largo llanto,
a una inmensa pena.
Cuando sonó el teléfono anunciado la partida de Manuel -mi hermano mellizo-
me invadió una mezcla de rabia, confusión y tristeza,
pero sobre todo de culpa, por no haber estado ahí, intentado salvarlo,
rescatándolo de su aguda soledad.
Partí raudamente hacía Corrientes, intentando acortar las distancias
que me separaban del dolor.
Las imagenes se sucedían, como las llamadas de amigos que
necesitaban conformar lo ya sabido.
La llegada a su departamento revivieron imagenes,
la costanera, el Paraná, los lapachos., pero él ya no estaba.
La tarde en que empredí el regreso, en su cama reposaba mi nieto Mateo,
una nueva vida, signos de alegria, de esperanza.
A los lejos un acordeón tocaba "La Calandria",
el Paraná estaba más verde que núnca, los lapachos florecian.
LA ULTIMA FUNCION
Hace 15 años
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