viernes, 28 de agosto de 2009

DESENCANTO ADOLECENTE

Quién no paso en la adolescencia, con más de un desencanto. Claro es una etapa de la vida donde, por lo general uno cree tener el mundo en sus manos, salvo cuando pasan historia como esta.

Corría el verano caluroso del 67, en mi ciudad, Corrientes.
Primer año en el Comercial General Belgrano, con su edificio imponente que cubría una manzana, al que de tarde concurría con la ilusión de ser, alguna vez, perito mercantil.

7 de la tarde campana de salida del cole, la hora más esperada por todos, porque no solo era el fin de una jornada, sino que representaba el comienzo de horas de esparcimientos y la inevitable junta con los amigos.

Si era viernes, ya se preparaba algún “copetín”, típico baile de pueblo en alguna casa, preferentemente de alguna compañera de colegio, eso si ante la atenta y controlante mirada de los padres de la dueña de casa.

Y claro uno se ponía, lo mejor: remera de moda, pantalones al tono y si tenía mocasines Guido mejor, todo un lujo para partir a la conquista de la vida.

Al comienzo los varones y las chicas cada uno por su lado, un rato después combinado mediante (Combinado: aparato de música con púa y obviamente un disco negro), se iban armando las parejas, eso si lentamente y los chicos esperábamos ansiosos la música lenta para poder tener un poco mas cerca a la compañera elegida.

Ah se me olvidaba, todo eso en el patio de la casa y con mucha pero mucha luz, como para que nadie se perdiera.

En esa etapa, creo que en general, todos nos sentíamos ganadores, en el sentido de utopías, sueños inalcanzables y amores muchas veces no correspondidos, pero la ilusión estaba.

Yo comencé a peinarme con raya al medio, era toda una novedad, claro tenía en aquel entonces, cabello muy lacio y obviamente una cabellera abundante.


A pocas cuadras de mi casa, estaba imponente la tienda “Garlem” que era, para que se ubiquen como un Modart, que vendía ropa de hombre de todas las edades.

En aquella época, uno recién se compraba ropa, sin la compañía de un mayor o de los padres a partir de los 14 o 15 años, lo cual era un signo de liberación y adultez.

Algún bailecito o copetín importante para mi, asomaba en el horizonte. Mi Madre recuerdo, me insistía en que fuera yo solo a la tienda a comprarme una remera a rayas (muy moderna para la época), que tanto insistía en que me regalara.

Era sábado, cerca de las 11 de la mañana, cuando como quien va en busca de un tesoro, partí a la tienda en busca de esa prenda, que en mi loca fantasía, haría dar vuelta a mas de una de mis compañeras, en el baile de esa noche.

Entré por las dos puertas enormes del edificio vidriado, y recorrí unos veinte metros hasta pararme enfrente de unos escaparates, de donde colgaban remeras de todos los colores y tamaños.

Un señor entrado en años, de anchos bigotes con esa parsimonia de los viejos empleados de tienda se me acercó y como si supiera, estiró su mano y me entregó la remera que yo tanto anhelaba.

El probador está por allá hacia la izquierda, con voz amable pero firme me dijo el vendedor y yo rápidamente me introduje en una salita de un metro por un metro, con pequeña silla en la esquina y espejos en todas sus paredes.

Raudamente me probé la remera a rayas, me encantó, pero de repente, todo se volvería gris, qué gris, negro. Miré a los costados intentando ver si había otra persona en el mostrador, no era imposible por sus dimensiones, volví la mirada una vez y otra vez hacia los espejos ratificando que era yo el que se veía de perfil. Una nariz que yo no sabía que tenia, era lo más prominente y no desaparecía del espejo, volví a mirar intentado que la imagen me confirmara otra imagen, pero no, era yo, que me creía muy buen mozo, pero que nunca antes había visto mi nariz. Mi nariz de perfil. El mundo se derrumbaba a mis pies, me sentí el más feo de la tierra, no compré la remera y por unas horas creí que no podría salir a la calle. No se lo conté nunca a nadie. Ese fue mi primer desencanto adolescente, me duró poco, porque a la noche estaba feliz y ganador en el copetín de ese sábado.

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